Me tumbo en la cama con un Ben&Jerry's de chocolate belga y una cuchara par mí solar mientras escucho el amor de Edith Piaf y el ritmo parisino de Caravan Palace. Me alejo así de mi habitación para volver a alguna parte, para viajar al mejor momento que puedo recordar, para sentir que me siento allí de nuevo por un rato.
Entonces, en mi propio cuarto, recuerdo la sensación de verme extranjera en París. Vuelvo a intentar percibir mil cosas, entre ellas el imperceptible olor de las fruterías de las paradas de metro... Vuelvo a asomarme a aquella ventana del ático desde donde se veían esos tejados que me parecían tan iguales a los de Los Aristogatos desde donde intenté mil y una veces aprender a silbar.
De pronto, olvido la vida.
Ya la recordaré después.