Hace 12 años
tengo que ir a ikea
Se me cae el pelo,
como si no tuviera motivos para mantenerse en su sitio.
Mi memoria es de coña,
los recuerdos simplemente se me borran,
se van sin despedirse.
Mi cabeza debe de ser un lugar nada acogedor.
rock&roll
it was amazing to be with you.
to see everyone's eyes just stare at you. dancing. living.
they couldn't help it. breathing in your energy.
to watch you run the world with your fingers.
it was amazing to fuck you.
to feel. to hurt. to come. to collapse.
now i hate what you've become.
you're pure rock & roll: fun to watch, hard to love.
it's always been you.
I miss you.
But the thought of you makes me happy.
Only you could do that.
Only you can make me feel happy and smile to myself when I love you in the distance.
Smiles
Se sientan. Exhaustos. Ha sido un día largo. Aunque no más de lo normal. Todos los días son largos. Y duros. A veces sangrientos. Pero a veces no. Aunque es curioso el hecho de que, la mayoría de las veces, los días en los que hay sangre de por medio no acaban demasiado cansados. Al menos no tanto como cabría esperar.
Encienden un par de cigarrillos, a la espera de que el otro hable. A la espera de que tenga, por una vez, algo interesante o mínimamente emocionante que contar. Pero patrullar las fronteras que les asignaron no es interesante, ni emocionante. Sino más bien tedioso. No es divertido ser un tipo duro cuando nadie puede verlo aparte de los escorpiones y culebras entre los arbustos.
Cada día se repite la misma escena: de vuelta al cuartel, los vigilantes cuelgan las armas, se cambian de ropa y fuman un cigarro cada uno. Callados, mirando al frente o al suelo. Algunas veces uno de ellos cuenta una anécdota que suele terminar en una frase con voz grave.
Cuando los cigarrillos se consumen, uno de ellos coge su móvil y lo alza para mostrarle al otro la foto de una mujer. Es una foto en la playa, la mujer parece feliz, sonríe. Mientras le muestra la foto, él sonríe también. Vuelve a guardar el móvil. Entonces su compañero hace lo mismo para enseñarle a él la foto de otra mujer, esta vez está en un jardín, con una cerveza en la mano, mirando a la cámara con gesto amable. Sonríe, mientras, su compañero le da unas palmaditas de ánimo en la espalda.
Encienden un par de cigarrillos, a la espera de que el otro hable. A la espera de que tenga, por una vez, algo interesante o mínimamente emocionante que contar. Pero patrullar las fronteras que les asignaron no es interesante, ni emocionante. Sino más bien tedioso. No es divertido ser un tipo duro cuando nadie puede verlo aparte de los escorpiones y culebras entre los arbustos.
Cada día se repite la misma escena: de vuelta al cuartel, los vigilantes cuelgan las armas, se cambian de ropa y fuman un cigarro cada uno. Callados, mirando al frente o al suelo. Algunas veces uno de ellos cuenta una anécdota que suele terminar en una frase con voz grave.
Cuando los cigarrillos se consumen, uno de ellos coge su móvil y lo alza para mostrarle al otro la foto de una mujer. Es una foto en la playa, la mujer parece feliz, sonríe. Mientras le muestra la foto, él sonríe también. Vuelve a guardar el móvil. Entonces su compañero hace lo mismo para enseñarle a él la foto de otra mujer, esta vez está en un jardín, con una cerveza en la mano, mirando a la cámara con gesto amable. Sonríe, mientras, su compañero le da unas palmaditas de ánimo en la espalda.
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