
Ya sólo le acompañaban el sonido de un viejo acordeón ajado y maloliente, igual que él, y una botella siempre llena de un líquido que alguna vez fue alcohol.
Los trenes, que, conforme avanzaba la tecnología se hacían más y más silenciosos, permitían que su música melancólica resonara en toda la estación alcanzando los corazones de viandantes que entraban y salían a toda prisa.
Recuerdo de una ocasión en que unos chicos se adentraron en Acacias tratando de guarecerse de la lluvia, riendo y hablando a todo volumen, uno de los adolescentes dejó al grupo para llamar por teléfono y, mientras recorría los pasillos oyó el sonido del triste instrumento. La melodía le atrajo como un canto de sirena hasta encontrar al músico, una versión madrileña y pobre de Feliciano Brunelli le pareció al chaval, que se le acercó para alabar su música; 'Me ha hecho sentir su tristeza, pero me alegro de haberlo podido escuchar', dijo. El viejo borracho, reparando en su presencia, alzó la cabeza sin dejar de tocar y comenzó a reír carcajadas que sonaban a película de terror, el niño retrocedió asustado ante la extraña reacción del hombre que, mientras lo miraba marcharse, le espetó '¿mi tristeza? ¡La que tú te has inventado, aah, niñatos a mí... que yo soy muy feliz, tengo un acordeón y los mejores cartones de Madrid!'. Fue una escena basánte cómica, el 'niñato' corría, asustado por los alaridos estridentes del acordeonista, que parecía pasarlo en grande escarmentando a todos los que se acercaban a él.
A un par de esquinas de distancia de la estación, bajo la lluvia de un cielo rosa, en la cabeza del chaval seguían oyéndose ecos de la voz del viejo '¡Que muchos quisieran mis cartones, muchos!'. Y es que él, durmiendo en trozos de cajas de televisores LCD de 109'' estaba más que triste por desahuciado feliz por su suerte, o tal vez era algún desequilibrio en su cerebro lo que le hacía sentirse feliz dentro de su desdicha, o tal vez nos hemos inventado todos una historia muy creíble de lo que necesitamos para ser felices.
Una historia que a él nunca nadie le contó.
2 comentarios:
Hola te dejo esto que escribí hace casi dos años, a mi tambien me gustan los puntos suspensivos... No se como llegaste a mi blog, pero gracias por el comment.
http://sindromes.blogspot.com/2006/10/blog-post_18.html
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