Son ellos leves como gotas de lluvia, como respirar entre sueños. Caminan por la vida descalzos y de puntillas, porque les avergüenza existir, y más así que se sepa de su existencia. Son sus sueños quebradizos y débiles por creerse indignos de ellos, y cándidamente aprenden a esconderse entre las multitudes o tras otras voces más altas, para que no se les vea.
Les gusta la sombra de un árbol, una puerta entreabierta -quizás para que no exista siquiera el deseo de descubrir lo que hay detrás que evocan las puertas cerradas-, el suelo de moqueta y los guantes de piel. Su sitio en este mundo es el París de Baudelaire y sus calles abarrotadas, donde poder disfrutar del cambio hacia la ciudad de la invisibilidad perpetua.
Hace 12 años
1 comentario:
queda perfecta la mención de Baudelaire ^^ me gusta
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