Dime como follas y te diré como eres.



Cuando follamos como animales somos la versión más sincera de nosotros mismos. Incluso cuando fingimos estamos revelando la esencia de lo que somos.

Creo que se debe a que, cuando estamos calientes, no nos sobra solamente la ropa, sino todo lo que hemos aprendido, creído o inventado acerca de nosotros. Se nos olvida como no somos y, de repente, solo sabemos ser.

Somos materia sin forma, código sin hoja de estilos, agua sin recipiente. Y fluimos.

Tú, ¿muerdes? ¿jadeas? ¿respiras? ¿abres o cierras los ojos? ¿contraes? ¿estiras? ¿descansas? ¿gritas? ¿arañas? ¿enseñas? ¿aprendes...? Cada palabra y cada silencio es un síntoma para el diagnóstico de las enfermedades de nuestro corazón y los trastornos de nuestros miedos.

En fin, es curioso; nos lo quitamos todo y, cuando nos encontramos completamente desnudos, rotos, vulnerables, secos, necesitamos devorar ferozmente otro cuerpo para sentirnos completos.

Y es precisamente en ese momento de fusión cuando accedemos a un nuevo estado: el de la dulce agonía del caos. La electricidad que sacude cada fibra de nuestro cuerpo ante el vacío, cuando nos corremos. Es en ese momento cuando permitimos, liberada, disfrutar a nuestra alma.


No hay comentarios: