game over


La lógica contractual del derecho y la obligación es una lacra. La mayor de las que dominan el distorsionado patrón de funcionamiento de las relaciones emocionales, cada día más descaradamente cínico. Nociones como el dar sin preocuparse de recibir o actuar en función de los dictámenes del amor propio no pueden, en mi opinión, diseñar el día a día; mes a mes; año a año de nuestra vida sentimental.

Miento, sí que pueden. De hecho así funciona la mandanga hoy. Quien gana la discusión se lleva el premio, sí, pero uno que no tiene recompensa. No me parece descabellado pensar que si recuperásemos (¿la hemos tenido alguna vez?) un poco de generosidad, no sería el divorcio el destino de la mayoría.

Para mí, la generosidad es lo que hacemos más allá de aquello que conforma nuestro 'deber' inapelable, fuera de lo que sabemos justamente exigible ante una auditoría de nuestros actos. Es todo lo que decidimos en pos de los instintos constructivos por encima de los ególatras. Es olvidar el miedo, el rencor, los espejos... en fin, muchos enemigos que matar en un juego que no permite guardar la partida.

Yo creo que lo más humano sería aceptar que no es el orgullo sino el coraje nuestra arma más poderosa para pasar a la siguiente pantalla.

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