De pequeña, en verano era muy feliz, simplemente feliz, hacía cosas como buscar formas a las nubes y hacer interminables puzzles, suena inventado, pero no es así. Recuerdo que solía tirarme al sol sobre la hierba del viejo huerto a las afueras del pueblo, apoyaba la cabeza sobre alguna revista alemana que no podía leer y buscaba los tréboles de cuatro hojas mientras mordía ciruelas de los árboles que mi abuelo alguna vez cultivó. No me cansaba de hacerlo, tal vez creí que en aquella inmensidad de naturaleza debía haber alguno, para mí siempre fue una tentación irresistible hacerlo, buscaba y buscaba hasta que las manos se teñían de verde y el calor me abrasaba el pelo. Nunca encontré ninguno.
Hace mucho, mucho tiempo dejé de buscar, supongo que tiene que ver con eso de hacerse mayor. Fui conformándome con la sensación de pasar las manos sobre las hojas y sentir el aroma a verde. Y, un día más de verano, lejos del huerto, lejos del pueblo, lejos de esto y de todo, lo encontré. Aquello que creí sencillamente imposible.
Y tú, si encontraras aquello que hace tiempo dejaste de buscar... ¿Lo dejarías ir?
*
Yo me despido mil veces. Pero no me despido.
1 comentario:
mi niña me encantas!!!y k nadie deje ir las cosas k luego nos arrepentimos...a ver si me dices donde encontraste el trebol!!! bss wapa
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