Ella lo sabe...
Una lágrima caía por su cara,
no era una lágrima,
no,
era la tristaza misma deslizándose,
era pena hecha sustancia acariciando su mejilla,
lentamente, lentamente se secaba sobre su piel,
hasta convertirse en el viejo rastro de aquél día,
aquél día,
algún día,
olvidado.
Ya no era más que la marca borrosa de una historia,
había vuelto a posarse en su cuerpo,
perdidas las ganas de dejarse ver.
Lejos del alcance de todos,
de todos, menos de su recuerdo.
Hace 12 años
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