Ya lavé la ropa un millón de veces,
y se fue acabando esa comida mexicana que amabas,
los ceniceros se llenaron de ceniza de otros tabacos,
los libros ya están todos ordenados y,
en el baño,
ya no quedan tu desodorante ni tus champús baratos,
y tus fotos y tus cartas...
ya está todo guardado.
Pero ayer, antes de dormir, encontré una botella vacía de esa bebida, caída entre los pliegues de mil hojas arrugadas que tiré en la papelera, esa que nunca estaba llena.
Hace 12 años
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