Hace frío, mucho frío, y el tanque de la ilusión se agota y se queda vacío.







Llueve, las aceras están cubiertas de agua y los biandantes al cruzar las calles saltan para no pisar los charcos, quizás por no mojarse los pies, pero yo diría que están jugando. En su interior algo les recuerda que les encantaba hacerlo y, como una foto en blanco y negro, no se ha borrado ese momento, de pequeños, en que corrían por diversión y saltaban con botas de goma para sentir bajo los pies salpicar pequeñas gotas. Eran como atracciones de feria de vida muy corta.

No hay comentarios: