Amanecer de los corazones rotos


Se oye una dulce música que facilita el despertar, pero resulta ser el vestigio de un bello sueño que muere al arrancar el día, no es real, como tantas cosas. La blanca luz que se cuela entre las cortinas obliga poco a poco a despegar los párpados y a desperezarse. Girándote sientes tu cabello desparramarse en la almohada, rozando tu piel y al abrir los ojos te das cuenta de que la cama es enorme para una sola persona, la noche ha sido larga e invadida por recuerdos de otras noches tristemente mucho más cortas e inolvidables.

Tras apartar las mantas y poner los pies sobre el suelo es cuando te das cuenta de que es Enero y no llevas calcetines. Los días son fríos aunque haga sol y lo son desde muy temprano, antes de desperte sabes lo duro que va a ser seguir caminando y lo sabes porque la noche anterior te has acostado con una horrible sensación de desasosiego que se traduce de mañana en una sequedad de boca que ni el más fuerte de los enjuagues bucales consigue hacer desaparecer.

La nevera esta llena pero nada apetece y la ropa sigue ordenada en el armario, era incómodo pero era mejor verla sobre el suelo, tras haberla dejado caer sobre él precipitadamente, sin pensarlo dos veces, sin pensarlo una vez... la pasión se echa de menos en cuanto desaparece. En extrañar el amor se tarda más pero se hace más intensamente.

Y a veces lo único que apetece es tumbarse sobre el frío mármol de un suelo gris y no pensar, y cuando aparezca la carne de gallina, entonces al menos por un rato eso mantendra ocupados a los traviesos pensamientos que solo quieren volver a ti para hacerme daño.

Y es que a veces es mejor usar menos el cerebro y mas el cuerpo para decidir.
Así es el amanecer de muchos corazones rotos.

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