Los rayos de Sol más madrugadores se cuelan entre el naranja y verde de las cortinas, inundando la estancia de una luz acogedora y cálida, que convierte el despertar en algo maravilloso. Que pena que no sea así el resto del día, pero cuando se amanece así, es una tentación irresistible tumbarse en el suelo con la ventana abierta y dejarse llevar por la imaginación, que parece enloquecer y correr más de lo normal, animada por la claridad, inundad de alegría.
Esos días son increibles, creo que son de los pocos momentos de la vida en los que no se piensa, se actúa, se vive.. se deja uno llevar por las sensaciones más pequeñitas. Tanta luz permite incluso ver las partículas de polvo suspendidas en el aire, como diminutas hojas de un árbol que en otoño empiezan a caer, meciéndose en el aire con una dulce y lenta cadencia hasta llegar al suelo, merece la pena incluso observarlas de cerca, es como entretenerse en un mundo diminuto en el que uno es gigante...
Hoy, es uno de esos días. Uno de esos días que te dejan sin aliento, es un desafío, una interrogación retórica a mi misma para saber que quiero... lo más fácil está al alcance de la mano y no está mal. Lo difícil... sería increible.
Dudas, dudas, y más dudas. Los días de sol hacen más dificil pensar, por eso hoy solo quiero sentir.
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